María e Inés, residente
María Blanco
Psicóloga del Equipo de Atención Psicosocial (EAPS) de Cruz Roja en Cádiz
Programa para la Atención Integral de Personas con Enfermedades Avanzadas de Fundación la Caixa
Muchos de nosotros hemos recibido una educación en la que se evita hablar de la muerte y del dolor, en la que tememos el sufrimiento, un sufrimiento que tarde o temprano vamos a encontrar en el camino de la vida. Bueno, y es normal. Lo que nos provoca malestar, es natural que queramos evitarlo. Pura supervivencia.
Ahora bien, como subraya en sus conferencias el Dr. Enric Benito, médico especialista en Oncología y Cuidados paliativos, es importante y deseable normalizarlo, hablar sobre ello e incorporarlo como algo natural. Refiere que, al igual que existe el nacimiento, también existe el “murimiento”. Y no hay vuelta atrás, se trata de una realidad categórica.
Así, si lo pensamos un poco, a todos nosotros nos gusta preparamos para recibir una nueva vida que nace. Los futuros papás preparan el nido para el polluelo, avisan a la familia, hablan con los profesionales, sienten esa necesidad de estar preparados y de que todo fluya ese día. Esa es básicamente la razón de tal planificación.
Entonces, si reflexionamos, ¿por qué no planificar y hablar también de la muerte?… Lo sé, por muchas razones, una puede ser la existencia de creencias erróneas que afirman que hablar de la muerte parece atraerla, ¡nada más equivocada!. Para tranquilizar a quien piense así, nombro a la Dra. Montse Esquerda, médica y psicóloga, máster en Bioética y Derecho, que en uno de sus libros “Hablar de la muerte para vivir y morir mejor”, explica que hablar de la muerte nos ayuda a tomar las mejores decisiones, a vivir mejor y disminuir el sufrimiento añadido. Y así nos lleva a vivir el presente como un presente, un regalo.
No solo eso, sino que nos ayuda a prepararnos, a tomar y planificar nuestras decisiones. A no perder el control de nuestra vida y nuestra muerte. Así se torna importante, no solo para que se cumplan nuestros deseos en el final, sino que también ayuda a nuestros familiares en la toma de decisiones sobre nuestros últimos momentos. ¡Dos pájaros de un tiro!.
Ahora bien, cuando hablamos con las personas mayores que viven en la residencia sobre la muerte, la mayoría refiere haber visto a sus padres y abuelos morir en casa, rodeados de su familia y sin cables ni medidas que paren lo imparable. Y lo más característico es que, muchos de ellos, ¡no la temen!, aunque sí que temen al sufrimiento, a morir rodeados de dolor y sobre todo, a morir solos.
Uno de los objetivos del trabajo psicológico, en estos contextos, es normalizar el proceso de enfermedad y muerte para que la persona que se va a ir, lo haga de la mejor manera y lo más dignamente posible. Y la persona que se queda, a pesar del sufrimiento que provoca la separación física, procure una despedida digna de una vida que le traiga paz y esperanza.
No cabe duda que es sumamente terapéutico sentirse acompañado y escuchado en momentos de tanto sufrimiento.
Por todo ello, espero que el lector entienda la compasión, lealtad y amor que cada profesional que acompaña en el proceso de la enfermedad y muerte, siente. Y, por supuesto, lo agradecidos que nos sentimos a la persona que vive la enfermedad y final de vida y a sus familiares que nos acogen en momentos tan íntimos.
Una de mis frases favoritas es de la Dra. Cicely Saunders, pionera en los cuidados paliativos, en la que nos refiere la importancia de sentirse acompañado ante la enfermedad y la muerte hasta el final.
Dice así “Tú importas por ser tú. Importas hasta el último momento de tu vida y haremos todo lo que esté en nuestra mano para ayudarte hasta el final”.
No dejen de decir siempre lo que importa. No pasen el tiempo sin perdonar, perdonarse, agradecer y decir te quiero.
Finalizo con una frase de Séneca, “No es que la vida que se nos ha dado sea corta, sino que perdemos mucho tiempo”. Cuidado con eso.
Agradecida.