Josefa sonríe y se emociona con la misma facilidad. Acompañada de sus amigas y de su “transistor”, como ella le llama, que le permite que se le escuche mejor, se muestra tranquila y serena.
Le costó acostumbrarse a la Residencia, hace ahora 11 meses, pero con el tiempo y un poco de ayuda, ha ido haciéndose a convivir con otros compañeros en la que ahora es su casa.
A Josefa le gusta pintar. Siempre le ha gustado y ahora, aunque en menos ocasiones de las que le gustaría, no deja de hacerlo. Estuvo durante 8 años en Bellas Artes, estudiando Decoración de interiores, dibujo artístico, retentiva, modelado y pintura. Recuerda aquellos años con satisfacción y cierta melancolía.
Pero la pintura no le ha abandonado. Aunque a témpera y a rotulador, ella sigue pintando. De hecho, al fondo de la sala de terapia se ve uno de sus trabajos, el mural que se hizo para San Valentín, el pasado 14 de febrero, en el que jugó un papel fundamental.
Josefa participa en todas las actividades, siempre está rodeada de compañeras y no hay momento en el que pasen por su lado las terapéutas que no le hagan una “carantoña”. Josefa es de esas personas que se hacen querer y aunque hay momentos peores y otros mejores, nunca pierde su sonrisa.
Su marido falleció hace unos 9 años y sólo tiene un hermano en Tenerife al que apenas ve, por la distancia y por las edades de ambos. Ahora somos su familia y ella lo sabe.