Fernando tuvo claro desde el primer momento que debía dar lo mejor de sí mismo, por los residentes fundamentalmente pero también por sus compañeros y por él mismo.

Reconoce que pasados los primeros momentos de incertidumbre, la actuación coordinada y en equipo de todo el personal de la Residencia fue esencial.

Echa la vista atrás y recuerda el ritmo frenético de esos días, de aquí para allá sin descanso. “Es una enfermedad tan desconocida, incluso a día de hoy, que lógicamente nos generó cierto temor, pero no dejamos que eso nos influyera… Hemos dado lo mejor de nosotros…”

Reconoce que tiene algo de miedo, sobre todo porque “veo que fuera, en la calle, en líneas generales, no se toma en serio a este virus, quizá porque muchas personas no lo han vivido en primera persona…”

Fernando no baja la guardia, como el resto del equipo. Extreman las medidas de prevención tanto dentro como fuera de la Residencia. Y es que, como él mismo nos cuenta, “nunca había vivido una experiencia semejante, de la que he aprendido muchísimo…”

Se siente cansado lógicamente, emocional y físicamente, pero no pierde de vista su vocación que es la que le anima cada día a seguir trabajando de la forma en que lo ha hecho. Y de la forma en que lo seguirá haciendo.

Gracias, Fernando

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