El perfil de nuestros residentes es muy variado, con distintos grados de dependencia y edades muy dispares. Y es que el concepto de Residencia, tal y como se concebía hace unos años, ha cambiado y hoy en día también asistimos a personas relativamente jóvenes que, por circunstancias, en su mayoría por enfermedad, no son autónomas y necesitan de un apoyo y una asistencia integral durante el día.

Es el caso de Irene. Tiene 53 años y lleva cinco en la Residencia, debido a una enfermedad que afecta a su movilidad y limita su autonomía. Es la “benjamina” de la Residencia.

Irene es un ejemplo de superación y fortaleza.  Nos cuenta que cuando llegó a la Residencia, se sintió liberada puesto que disponía de más espacio donde manejarse mejor con la silla de ruedas.  Sonríe siempre que puede y se muestra dispuesta para salir y entrar. Acude a fisioterapia varios días a la semana, para mantenerse y seguir fortaleciendo la musculatura y participa activamente en las actividades de la Residencia, especialmente en las jornadas festivas y en las salidas al exterior.

Nuestra Residencia es hoy un lugar abierto y flexible que se ha ido adaptando a las nuevas necesidades y a las particularidades de cada usuario, sea autónomo o no, más o menos dependiente, más o menos mayor.